La lluvia encierra un secreto, uno que se empieza a desvelar cuando su música hace vibrar la tierra con sus pequeños golpes. Es un rito primitivo, eterno, de frágil “orballo” o poderosa “fervenza”, que en sus gotas lleva el ritmo infinito de todo lo que algún día fueron: el Atlántico, el Miño, o un manso “encoro”…